viernes, 6 de abril de 2007

Monotemática y matrimonio: disertación de un fenómeno social.

Hola!

Hoy me he librado de lo que podría haberse convertido en una de esas experiencias de las que deseas escapar.

Mañana, día siete de abril es el décimo quinto cumpleaños de mi hermana pequeña y mis padres para celebrarlo van a ir a la bolera esta noche a pasar un rato divertido y me han preguntado si yo también quería ir con ellos. La cosa pintaba bien hasta que he oído a mi madre hablar por el móvil:

- ¿Y eso?¿no vendrás? bueno...

Mi hermano está en el Vendrell visitando a su novia y se podría pensar que su ausencia se debería a que iba a llegar un poco tarde a casa, pero yo, para asegurarme, pregunté después a mi madre quién iba a ir a la bolera:

- Vendrá también tu hermana y el Jordi (mi cuñado).

-Mierda! - me dije interiormente.

- Bueno, pues me lo pienso, luego te digo si voy o no.


Afortunadamente me hice atrás antes de tiempo, El motivo es ni más ni menos que la asistencia de los dos susodichos: mi hermana y mi cuñado.

Ni que decir tiene que aprecio a mi hermana, pero la unión conyugal que forma con su marido la desliga de su realidad individual y se convierte en una entidad con vida propia y notablemente aburrida, una especie de monstruo de dos cabezas. Es decir que ya no es mi hermana sinó un matrimonio que supera los treinta con todo lo que conlleva.
Se trata de un fenómeno social muy extendido que pese a ello no deja de resultarme curioso. De repente ya no hay uno, hay dos que a su vez forman un producto indivisible y su cotidianidad es su único tema de conversación.

Soy una persona muy sociable y por ello he podido constatar en numerosas ocasiones que las personas de cierta edad o cuya mentalidad resulta ser más "madura" que su reloj biológico, tienden a convertirse en seres tipo 'zombie' que sólo hablan de su casa y de su pareja. Esto se da especialmente en las mujeres ya sea en compañía de su marido (novio estable con el que llevan muchos años, etc.) o no.

Retomando el tema, de acudir a dicha pseudo-reunión familiar me hubiera aburrido en extremo ya que, además de la conducta anteriormente explicada, se da un acontecimiento "especial" en sus vidas: se compran un piso nuevo dejando su antigua vivienda de alquiler.

A estas alturas, el posible lector podrá percatarse de lo que significa todo esto: una exclusiva charla con todo lujo de detalles de la migración, distribución y decoración de la nueva residencia, citando elementos tales como: el tipo de cortinas, la pintura de las paredes, el suelo, electrodomésticos varios, etc.
Sin embargo, esta charla es un debate cerrado y prácticamente unidireccional con unas reglas que, aunque no oficiales, están bien definidas:

1º- Ella será quien, de forma exultante y casi orgásmica, lleve la voz cantante y el peso de la conversación; él sólo corroborará las afirmaciones de su esposa y sólo intercambiará alguna impresión con su suegro.

2º- Se permitirá dos o tres comentarios o consejos de mis padres que no serán tomados en consideración y por tanto será fútiles.

3º- Cualquier otro miembro de la família (hermanos/as) serán inmediatamente excluídos y no tendrán ni voz ni voto en la charla.


Así pues, la regla número tres me afecta directamente y me convierte en un mero espectador que está de más y no aporta nada.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, lo que se supone que va a ser una tarde de bolos se va a convertir en una charla con ruido de fondo de bolera y sólo en los primeros cinco minutos todos los participantes lanzarán las bolas, pero pasados estos minutos iniciales el número de jugadores se reducirá drásticamente de seis a dos, lo que pasará de ser una actividad lúdica a una simple y monótona distracción para los excluídos y/o marginados.

Así pues, sopesando todo lo citado hasta ahora lo tengo decidido: No voy a ir.

No obstante, esto no será una situación aislada ya que muchas parejas funcionan como los equipos de fútbol, maquillando una trayectoria modesta y regular a base de bombazos mediáticos para escapar de lo cotidiano y ponerse las pilas tanto ellos mismos como su entorno. ¿De qué hablo? pues de que hay parejas que cuando llevan una serie de años juntos y empiezan a aburrirse deciden hacer algo "novedoso": irse a vivir juntos.

Después de los primeros meses de adaptación vuelven a caer en la monotonía hasta que deciden dar un golpe de efecto: casarse!!
Ni que decir tiene que dicho evento les dará el protagonismo deseado (por ella especialmente) durante unos meses: que si elegir el traje de boda, que si la lista, el restaurante, el menú, el viaje de novios...y, naturalmente, el gran día!!

Qué éxtasis todo esto de la boda!! pero y después qué? Todo vuelve a la normalidad y tiempo después nuestro antipático amigo el aburrimiento vuelve a presentarse en la vida del matrimonio. Así pues, para combatirlo deciden tener un hijo como nuevo impulso que vuelva a dar alas a la relación. Esto suele ocurrir a los tres años de convivencia pero se dan casos precarios en los que al año ya se tiene prole.
Tiempo después y tras la novedad cuando el aburrimiento empieza a hacerse notar se busca a la parejita. Luego vendrán los bautizos, las comuniones y todo tipo de actos que más allá de darle protagonismo a los críos son los padres los que disfrutan del dulce gloria de ser el centro de atención.

Finalmente, cuando han quemado todos los cartuchos de popularidad tendrán que esperar a que sus hijos empiezen a quemar los suyos.

Uf! creo que me he metido en un terreno pantanoso y muchos querrían mi cabeza por sacrílego, pero yo soy de los que muere matando.

Aún teniendo pareja desde hace cuatro años, no soy una persona que sólo habla de lo maravilloso que le parece su ser querido, sencillamente porque todo eso ya lo sé y no necesito auto-convencerme además de que no quiero aburrir al personal. No quiero ir de "diferente" por la vida, pero espero no caer en todo lo anterior.

Me gustaría imaginar que si alguien lee este artículo pueda sentirse identificado conmigo y con ello ya habrá merecido la pena.

Hasta otra.

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